Eduard Streltsov, el ‘Pelé ruso’ que se enfrentó al Kremlin

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13 abril, 2013 por David Alonso

Streltsov_Eduard_2Hace ya 24 años de aquel jueves 9 de noviembre de 1989 cuando miles de ciudadanos berlineses se lanzaron a derribar a golpe de maza y pico el muro. La última frontera entre el capitalismo y el comunismo había caído. La URSS se venía abajo con el estruendo de mil rayos golpeando la roca. El férreo y opaco sistema comunista saltaba por los aires en mil pedazos. Uno de esos pedazos de la historia negra soviética está protagonizado por Eduard Anatólievich Streltsov (Moscú, 1937), más conocido como el ‘Pelé ruso’.

La historia de Streltsov comienza de la peor de las maneras, su padre, soldado de profesión, decidió no volver a casa una vez terminado de combatir. De esta manera, Eduard se cría junto a su madre y ambos empiezan a trabajar en una fábrica metalúrgica para subsistir. A los 13 años ya despunta en el equipo de fútbol de la fábrica en la que trabajan. Es un partido contra las categorías inferiores del Torpedo de Moscú cuando su vida cambia por primera vez.

Vasily Provornov, entrenador del filial, se fija en este delantero habilidoso que destella como un diamante y lo llama para formar parte del humilde club moscovita. Su irrupción es fulgurante. Debuta con 16 años en la Primera División y rápidamente se convierte en una estrella. En su segunda temporada se erige máximo goleador del torneo y es convocado con la selección de la URSS. Con la elástica de la hoz y el martillo, Streltsov no se detiene, consigue dos hat-tricks en sus dos primeros encuentros. Una estrella ha nacido.

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Eduard Streltsov, Leo Yashin e Igor Neto

Las grandes actuaciones de Eduard Streltsov, ya conocido como el ‘Pelé ruso’, le valen, con 19 años, para hacerse con un billete para los Juegos Olímpicos de Melbourne 1956. Allí, junto a otros mitos del fútbol soviético cómo Lev ‘la araña negra’ Yashin o Igor Neto, el prolífico delantero se proclama campeón, pero se queda sin medalla. Sorprendentemente, Streltsov no disputó la final olímpica, su compañero Ivanov estaba lesionado y el seleccionador soviético sólo colocaba juntos a delanteros que jugasen en el mismo equipo. Por aquel entonces, sólo se repartían medallas a quienes disputaran el partido, así que Streltsov se quedó sin la presea dorada.

Este hecho no detiene a un Eduard que arrasa en la competición doméstica llegando a entrar dos años seguidos en las votaciones para ser elegido Balón de Oro. Su facilidad para ver puerta es conocida más allá del muro, y se empieza a habla del interés de equipos franceses e italianos en el jugador. Una joya está brillando en el centro de la URSS y el Kremlin no quiere perderla. Desde las altas esferas instan al letal punta a que fiche por un equipo cercano al PCUS. O bien el CSKA de Moscú, escuadra del Ejército Rojo, o por el Dynamo de Moscú, perteneciente a la Policia y la KGB. Streltsov se niega, quiere seguir jugando en el Torpedo de Moscú, a la postre el único equipo de su carrera. El Politburó, máximo órgano de gobierno y dirección del PCUS, empieza a no ver con buenos ojos a éste apuesto joven que está arrasando en el mundo del balompié. Su peinado, sus ideales de libertad, su reticencia a volver a la URSS tras un viaje, o su fama de ligón y fiestero, distan mucho de la imagen que el régimen comunista quiere imponer a los suyos.

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Streltsov con la camiseta del Torpedo de Moscú

La fama de Don Juan sería su condena. El delantero moscovita tuvo una aventura con una joven de 16 años, Svetlana Furtseva, nada raro. Pero no era una joven cualquiera, era la hija de Ekaterina Futseva, una de los pesos pesados de la Unión Soviética y la primera mujer que accedió al Politburó. En una fiesta oficial organizada para homenajear a los ganadores del oro olímpico, Ekaterina se dirige a Streltsov y le presiona para que se case con su hija. Eduard, que ya se encontraba prometido con su mujer, se niega, e incluso hace burla y mofa de la joven Svetlana Furtseva. El Kremlin no lo perdonaría.

El desenlace no tardaría en reproducirse. A finales de mayo de 1958, a falta de semanas para que comenzara el Mundial de Suecia 1958 que encumbró al auténtico Pelé, la selección de la URSS se encontraba de preparación en Tarasovka. La noche del 25 de mayo, Eduard Streltsov fue invitado a una fiesta organizada por el general Eduard Karahanov. Mujeres y alcohol abarrotaban el lugar. Su amor por la fiesta condenó su vida. A la mañana siguiente, la estrella del combinado soviético era arrestada acusado de violar a una joven de 20 años llamada Marina Lebedeva. Streltsov, de 21 años, se declaró culpable, más tarde se sabría que le prometieron jugar el Mundial de Suecia si se autoinculpaba, y fue enviado a un Gulag.

Eduard-Streltsov-tapaSu detención causó gran conmoción en la basta nación soviética. El mejor futbolista de la nación recluido en Siberia en un campo de trabajos forzosos, una autentica muerte en vida. La Brasil de los Pelé, Garrincha y Vavá arrasó en el Mundial, mientras que la URSS no pudo pasar de cuartos de final. Tras cinco largos años pudriéndose en las entrañas de la estepa siberiana, el que Anatoly Karpov describió como “el mejor, hubiera podido ser más grande que Pelé” volvía a casa después de haber perdido los mejores años de su vida deportiva.

Regresó a los terrenos de juego en el Torpedo siete años después del trágico incidente, pero no era el mismo. Sus piernas y su condición física se habían visto mermadas, no así su calidad que le valió para ganar una Liga y una Copa antes de retirarse del fútbol en 1970 con 33 años. El miedo soviético a todo aquello que pudiera desestabilizar al régimen acabó con la carrera de, quizás, el mejor futbolista nacido al este del Volga.

El talentoso jugador fallecía con 53 años el 22 de julio de 1990 acusado de un cáncer de pulmón contraído durante su infernal estancia en el Gulag. Siete años después de su muerte, una mujer acudió a su tumba a depositar un ramo de flores, era Marina Lebedava, la joven que le había acusado, cuarenta años atrás, de haberla violado. Un fin dramático para una crónica negra de las que ya no quedan.

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